Las actividades rituales implican una continuidad con el pasado; la tradición funciona en ellas como la gramática en el lenguaje: permite a las personas expresar de manera fluida un significado mediante elementos previamente consensuados. El ritual curativo que estamos analizando funciona no solo por los elementos simbólicos que involucra, sino también por el trasfondo mítico que lo sustenta. A diferencia de la cerámica para los rituales que solamente implican una petición a cambio de una ofrenda, el juego de aire está vinculado a la curación de una enfermedad específica –el “mal aire”– mediante un proceso estructurado en etapas bien definidas.
Mal aire es el término que se utiliza para designar tanto a la causa que genera una afección, como a la afección en sí misma. Esta enfermedad forma parte de un grupo de padecimientos a los cuales se les conoce en términos antropológicos como síndromes de filiación cultural, pues están íntimamente vinculados con una visión del mundo y con la cultura particular de un grupo social. Para poder entender y explicar este tipo de enfermedades es indispensable considerar la cosmovisión de un pueblo, es decir, tomar en cuenta que cada grupo social concibe al mundo en el que vive de manera distinta y por tanto se relaciona con él de una forma peculiar. Partiendo de esta premisa, podemos decir que las enfermedades y su proceso curativo son producto de una construcción simbólica “y que por tanto existen diferentes sistemas conceptuales sustentados en premisas, nociones y axiomas propios, que difieren sustancialmente de aquellos que rigen la medicina científica, pero que no por ello son menos efectivos o certeros, o menos válidos en su modo de operar” (Fagetti, 2004: 13).
El mal aire es un padecimiento que presenta una sintomatología variada:
Uno no sabe uno; uno pasa uno, pero al momento no sabes que te va a agarrar un aire o algo. Pero de repente ya están con que les duele el, les duele el cuello, les duele la muela, les duele el brazo, la mano de esta parte, el pie, no falta, ¿no? Entonces ya de por eso se detectaba que... no, pues es un aire fuerte que tú tienes. O les agarra un vómito, un vómito fuerte; es un aire fuerte que tú tienes. [...]
Y para las curaciones de los señores aires, pues son... se detecta en que, pues luego una hinchazón de un pie, de una mano, o que ya se les hinchó esto, que les pasaron las bolas por acá, por acá.
A pesar de la diversidad de los síntomas, la causa de la enfermedad es siempre la misma: “agarrar un mal aire”, situación asociada tanto al elemento natural del viento como a un estado de desequilibrio con el entorno en el que vive una persona, “con el mundo de la naturaleza y el mundo de las divinidades” (Fagetti, 2004: 13-14).
La cosmovisión mesoamericana configura el mundo en función de la dualidad frío / caliente, y muchos de los elementos de la naturaleza, incluyendo el cuerpo humano, se constituyen a partir de esa dualidad. El aire está asociado con lo frío, con el agua, con la humedad; se piensa que los barrancos, las cuevas, los cerros, los hormigueros, etc., son lugares en donde se produce la lluvia y el viento (López Austin, 1972: 403). En Mesoamérica, los aires son también entidades binarias: por un lado son agentes de vida vinculados a la fertilidad, y por otro son agentes de destrucción, enfermedad y muerte. Cualquier persona es susceptible de enfermar de mal aire, la enfermedad puede llegar de forma repentina y sin que el afectado se percate de la causa: perturbar de alguna manera el orden o el equilibrio de su entorno. Con estos antecedentes podemos entrar ahora al estudio del ritual curativo del mal aire y de sus significados simbólicos.
El juego de aire está conformado por un grupo de 12 pequeñas figuras de barro (véase cerámica ritual). Las figuras de cerámica se utilizan en el ritual como a continuación describe María del Refugio:
Con cada figurita, en cada animalito se le pone un cigarro amarrado con estambre rojo, y a la persona que van a curar, mi abuelita les rezaba en mexicano, pero no te sabría decir qué les rezaba porque no... no la conocí y mi mamá no se perdió... no se aprendió lo que rezaba mi abuelita en mexicano. Con cada figurita el enfermo lo limpiaban. Simula el enfermo y el curandero y la huilota, la huilota no se les pone el cigarrito. A todas las demás figuritas se les pone el cigarrito amarrado con un estambre rojo. Y antes de limpiar, preparan su canasto de... un canasto con papel de china rojo. Ya lo tienen preparado. Con cada figurita van limpiando a la persona y la, le rezan, la van limpiando y la van echando en la canasta. Con cada figura, lo echan en el canasto. Ya cuando terminó con la última, prepara la canasta con el enfermo, el curandero y ahí se quedan todos ahí. Es para sacar, sacar el aire. Ese aire se va a dejar al campo y es la huilotita con la que se silba a las cuatro partes. Ese es lo que les comentaba, el... los señores aires. Es un remolino grande, grande, es lo que se mete y ya la, la persona que está ahí, que fue a dejar el aire ya les, les dice que ya su petición está cumplida, pero que le dejen a, a su pers... a la persona enferma que ya la dejen en paz. Ya dejando todo, si a la persona en la noche se le revela que, que quieren una fruta o quieren... igualmente: se la tendrá que ir a dejar, otra vez el canasto con el mole, los tamales. El mole es verde, una olla de mole, de mole verde pero con, con este, el mole se prepara con hierbas de, de aire. Se prepara con, sí, con hierbitas del aire, que es el albahaca, la ruda, el salverreal y el mirto, que ahora ya no hay nada de eso. Anteriormente se ocupaban todas esas hierbitas, con un pedacito que le ponían al mole verde, porque son hierbas de aire. Con eso se le pone, se muele para el mole. Para darle a los señores del, señores aires. Y sus tamales son muy nejos para, cocidos, y se le ponen en su canasta pa llevárselos al hormiguero. Igualmente que una fruta, que se les antojó una naranja, o una manzana, un plátano. Una fruta nada más. Se le pone y se les va a dejar al hormiguero. Con eso es, acaban de acompletar la curación.
El ritual de curación descrito en este y otros pasajes de la entrevista consta de varias acciones. Primero el curandero debe “limpiar” al enfermo con las figuras de barro mientras reza un oración; las figuras se van colocando en una canasta previamente preparada con papel de china rojo. Después, el curandero lleva la canasta al campo y coloca las figuritas alrededor de un hormiguero junto con una ofrenda de comida y velas. Con la huilota silba hacia los cuatro puntos cardinales para invocar a los señores aire, quienes se presentan en la forma de un remolino gigantesco que se va haciendo pequeño para meterse en el hormiguero. Las figuras, junto con la ofrenda, se dejan en el hormiguero, mientras se reza una oración que en alguna de sus versiones dice lo siguiente:
Te traigo tus cosas que necesitabas,
ya no mortifiques a este cristiano,
aquí te traigo tu culebrita que estabas deseando.
Ya deja a este cristiano, no lo molestes,
ten piedad, ten misericordia;
aquí está tu fruta, aquí está tu pancito,
aquí están tus ceritas.
Los elementos del ritual se pueden clasificar en objetos, lugares, palabras, y actos; sin embargo, es necesario recordar que estos elementos adquieren significado cuando se relacionan entre sí.
Además de las figuras de cerámica, los cigarros que se amarran a ellas, el lazo rojo, la comida y el papel de china cumplen también funciones simbólicas como objetos en el ritual. Sobre las figuras, María del Refugio explica:
Es un sapo. El sapo, la araña, la... el ciempiés, el alacrán, el toro, el coyote, la culebra, la enroscadita y la enredada, el coyote, son nueve piezas. Con esos pues tienen un significado porque si tú te das cuenta que ninguna de esas figuritas son buenos. Si te pica un alacrán, pues no es bueno, ¿verdad? Si te pica una araña, tampoco es buena. Tons así, cada uno. Y otra cosa: que son de la tierra. Si te das cuenta, el sapo, cuando llueve, está en la, en la superficie de aquí, de la tierra; pero ya no llueve, ellos se meten a la tierra. Las víboras son, se meten a la tierra. Todos son animales ponzoñosos y entran en la tierra. Todo eso tiene el significado con la curación del aire, porque el aire es malo y todo va a la tierra. Nunca... nunca has visto que un remolino nomás ande así y que no se meta a la tierra. Siempre se remolinea y siempre cae a la tierra. Tonces todo eso es, es parte de la tierra. La tierra lo, lo produce y la tierra lo consume. Eso es el, los juegos de aire, que todos por eso van al, a la tierra. Por eso se pone en los hormigueros para que se consuma en el... si te das cuenta, es tierra, el barro se da la figura y es barro y es la tierra. La tierra lo produce, la tierra lo consume. Sí, eso es su... su significado.
Las figuras están hechas de barro, de tierra. Si tomamos en cuenta que la función principal de estas es absorber el mal, podemos inferir que el material con el que están hechas tiene una importancia simbólica: al incorporarse el barro a la tierra de donde salió, se reintegra también el mal aire a su lugar de origen.
El juego de aire está constituido por nueve animales asociados con el mal, siete de ellos ponzoñosos y dos con una carga cultural negativa: el coyote con una fuerte presencia en la tradición mesoamericana; y el toro, animal proveniente de la tradición hispánica. Es probable que la capacidad de las figuras para absorber el mal del enfermo esté relacionada con su cualidad de animales dañinos. De igual manera, los siete animales referidos tienen la cualidad de transitar entre dos mundos distintos, ya sea de la superficie de la tierra al subsuelo, o de la tierra al agua. En este sentido son animales frontera, seres propicios para un ritual que busca trasladar elementos nocivos de un lugar a otro. En cuanto a los dos animales restantes, “en el mundo prehispánico, el coyote era uno de los dioses (Huehuecóyotl), era el nagual de otro (Tezcatlipoca), acompañaba el sacrificio generador de vida y portaba la noche para mantener el equilibrio, la armonía de la naturaleza. La conquista le da un significado nuevo: es diabólico” (Rodríguez Valle, 2005: 82). El toro, por su parte, aparece frecuentemente en la literatura tradicional como una representación del diablo y en algunas ocasiones quienes tienen pacto con el demonio se transforman en este animal.
El ritual presenta además algunos objetos que tienen como función manipular el aire: la huilota y el cigarro. La huilota, animal aéreo, sirve para invocar a los señores aire mediante el sonido, pero esa invocación con un silbato consiste justamente en hacer pasar el aire a través de un conducto estrecho. Los cigarros son también objetos con los cuales se manipula y se dirige el aire, y es posible que el acto de amarrarlos a las figuras de cerámica con el estambre rojo tenga la intención de unir el “mal” representado por los animales al “aire” representado por los cigarros, para tener, de esta manera, un control sobre ambos.
El uso de los colores rojo y negro para decorar las figuras dependiendo de la edad del paciente (rojo para los niños y negro para los adultos) puede deberse a la identificación de estos con las fases del sol durante el día. En la cosmovisión náhuatl estos colores se identificaban con los crepúsculos; el rojo con el sol del amanecer y el negro con el del ocaso; lo que a su vez remite a la niñez y a la adultez.
Es posible relacionar algunos elementos del ritual con diferentes relatos tradicionales como mitos y leyendas. La elección de algunos de los lugares en los que se realiza el ritual, por ejemplo, puede explicarse a partir de mitos concretos, como la Leyenda de los soles. En la cosmovisión mesoamericana los hormigueros, las cuevas, los barrancos, los cenotes eran pasos simbólicos al inframundo. Aunque la relación con el mito no se haga explícita en el ritual, el mito proporciona un trasfondo ideológico que forma parte de las referencias culturales de quienes toman parte en la curación.
Para los nahuas, y en general para las culturas prehispánicas, el mundo se configuraba a partir de un eje espacio-temporal vinculado fundamentalmente a mitos de creación. Así, cuando Quetzacóatl y Tezcatlipoca dividen a la diosa Cipactli para formar el cielo y la tierra, colocan cuatro dioses-poste para separar las partes de la diosa. Posteriormente, ellos mismos se transforman en árboles y se colocan al centro. Cada poste, cada dios, era un camino por el que fluían las partes superior e inferior de Cipactli y por el que los dioses podían transitar. El supramundo, que representaba a las fuerzas masculinas y que se asociaba con lo caliente, con la luz, con lo seco, se conectaba con el inframundo, con las fuerzas femeninas, con lo frío, lo oscuro, lo húmedo. La conjunción de ambas fuerzas generaba la vida en el espacio intermedio, en el que corresponde al hombre. La organización espacial del ritual que estudiamos evoca este mito cosmogónico, pues la distribución de sus elementos reproduce en cierta forma la tensión de fuerzas presentes en el mito. El ritual busca conjurar un elemento frío, el mal aire, a través del restablecimiento de un orden natural mediante la manipulación de los mismos espacios referidos en el mito: los puntos cardinales y un eje que va de lo celeste al inframundo. Tal vez el remolino que se introduce en el hormiguero en el ritual curativo recree este mito en el que un mismo eje comunica lo caliente y lo luminoso con lo frío y lo oscuro.
Funcionando de manera conjunta con el trasfondo mítico y cosmogónico que carga de significados multivalentes a cada uno de sus símbolos, el ritual curativo contra el mal aire narrado por la artesana María del Refugio revela un comportamiento que obedece tal vez a intuiciones mucho más primigenias para el restablecimiento del equilibrio. Este comportamiento ritual tiene que ver con el manejo de los espacios y con la manipulación que de ellos hace el curandero.
Después de utilizar las figuras de cerámica para “recoger” los males del enfermo, estas se llevan fuera del ámbito urbano en lo que constituye un acto de “destierro”, de restitución de los elementos naturales (aires) a su lugar correspondiente en la organización del espacio salvaje / urbanizado. Ese “viaje” que sirve para alejar el mal del enfermo es también una transgresión de fronteras simbólicas para restablecer el orden. Pero más allá de ese movimiento inicial, la ceremonia que le sucede constituye un ejemplo aún más notable de un ritual en el que se busca el restablecimiento del equilibrio por medios que podríamos llamar “intuitivos”.
No hay elementos casuales en la elección de un hormiguero, en el descenso de los aires en forma de remolino, ni en el silbido de la huilota hacia los cuatro puntos cardinales, pues en el momento climático del rito curativo los ejes de lo superior (remolino descendente) y de lo inferior (hormiguero, puerta al inframundo) se conjugan con los ejes de los cuatro puntos cardinales para crear un centro. Se trata de una invocación de ejes espaciales que se extienden en un plano horizontal y vertical, de una manera de situarse en el centro, de equilibrar todas las fuerzas en un mismo punto para crear un espacio ritual en el que se puede restablecer el orden de las cosas. Así, el ritual está integrado a un sistema que conjuga el pensamiento empírico / racional / lógico y el pensamiento simbólico / mitológico / mágico.