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Las coatalatas      

 

Fuente:  Entrevista a María del Refugio Reyes Hernández , alfarera, 61 años. Sabe leer y escribir. Nativa y residente de Tlayacapan. Tlayacapan, Morelos (México). Jueves 23 de julio de 2009, 11:30 am. Entrevistadores: Berenice Granados Vázquez, Santiago Cortés Hernández.

Mi hermano el mayor, que está en México, habían acá muchas cuatalatas de las rojas, había muchas, muchas por acá, ah… todo el patio había, me tocó todavía. Y ve que se comen las plantas y todo. Entonces había muchas, y dice mi mamá, antes pasaba mucho ganado por acá, dice mi mamá que agarró una hojita de lata y salió a recoger la, el estiércol del ganado, fresca. Agarró y la llevó con su mano, las tapó las, las hormigas, así las cuatalatas —nosotros le nombramos cuatalatas—, las tapó. Bueno, ya se lavó, tapó los agujeros de las hormigas. Bueno, ya; ya las tapó. Entonces, ¿qué pasa? Más, más, más tarde, se le avejigaron las manos. Así como las tapó se le avejigaron así, que esta mano dice mi mamá que la metía en esta, como un guante, la sacaba y esta otra la metía aquí. Se le avejigaron todas, así, que se levantó el pellejito así. Que esta mano entraba acá, la sacaba y luego esta la metía acá. Y dice:
           —Y ahora qué te pasó.
           —Mira mamá, quién sabe qué me pasó, pero…
           Y en todo su cuerpo, haga de cuenta que si le hubieran golpeado. Así tenía las rayas en todo su cuerpo. Lo golpearon por ’ber tapádolas y le avejigaron las manos. Así de sencillo. Mi mamá agarró y dijo —ya no vivía mi abuelita, ya había muerto—, nos dijo que lo limpiara, y se compuso. Se le quitó las rayas que traía en todo el cuerpo, porque lo golpearon por ‘ber tapádolas y se le quitó esto de, de las vejigitas que se le hicieron en las manos. ¿Y todo por qué? Por ir a taparlas. Pero le digo: anteriormente nos creíamos y todo, ahora, pues ya no es igual. Pus yo sí todavía, yo sí me creo, porque la verdad sí, sí, sí pasan las cosas.
           Tiene poco que pasé por acá, pero yo les pedí permiso.
           —Voy a agarrar su tierra, pero dénme permiso, no me hagan mal.
           Y lo que hice para echar en una, en una canastita para simularlo porque me lo llevé a una exposición, me llevé la tierra del hormiguero para poner mi ofrenda, así como era, ¿no?, para una exposición. Pero yo les hablé:
           —Dénme permiso, no me hagan mal. No las quiero perjudicar, pero dénme permiso para sacar su tierrita. Y no me hicieron nada, nada, nada, nada, pero yo les hablé.
            Acá había muchas, muchas, cada rato que el ojo, que el pie, que la mano, no faltaba. Dije:  “Ay, ¿cómo las voy a quitar?” ¿Sabe qué hice? Agarré, me fui a, a, a hincar  ahí frente a los agujeritos de los, de los hormigueros, que ya estaban saliendo, porque saliendo empiezan a sacar toda su tierrita como rojiza. Ya me fui a, a hincar ahí, me hinqué y que me siento. Empecé a platicar con ellas:
            —Miren, yo no quiero que me perjudiquen, ni quiero perjudicarlas. Yo les pido de favor que se vayan, retírense de acá. No quiero matarlas, no quiero perjudicarlas en ningún, por ningún, por ningún motivo de nada. Ustedes me dan motivos a que se comen mis plantas, nos hacen mal. Ya cuando no es pie, es una mano, un ojo, la cosa es de que nos están perjudicando. Yo no quiero perjudicarlas, porque en ese caso yo les voy a echar veneno, rasco, les echo veneno y no quiero perjudicarlas. Así como yo no quiero perjudicarlas, no me perjudiquen a mí. Déjenme en paz. Váyanse a otra parte.
            Sin echarles veneno, sin echarles nada, mire: no tengo nada. Nada, nada de, de animalitos. Se fueron, se fueron. Digo:
           —Y, pues qué lindas son, porque sí me escucharon.
            Y todo se tiene que hacer con... así con tanta fe, para no molestarlas. Porque ni me van a molestar ya a mí, ni yo a ellas. Porque, ¿qué pasa? Que yo les, les echábamos veneno, le echábamos, este, los líquidos ahí del insecticida; les echábamos aquí y ya salía aquí, les echábamos acá, salía por acá. La cosa es de que no nos dejaban. Y ya, les echaba, ya mi ojo, ya mi pie, ya mi mano, si no era uno era otro. La cosa es que no nos dejaban en paz. ¿Y qué paso? Dije, bueno, pus voy a ver, a ver si... Y sí, sí fue de que se retiraron y hasta la presente yo no tengo ni una. Ni una, ni una, ni una.

 

 

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