El remolino
Fuente: Entrevista a María del Refugio Reyes Hernández , alfarera, 61 años. Sabe leer y escribir. Nativa y residente de Tlayacapan. Tlayacapan, Morelos (México). Jueves 23 de julio de 2009, 11:30 am. Entrevistadores: Berenice Granados Vázquez, Santiago Cortés Hernández.
Berenice: Oiga señora, ¿usted conoció a su abuelita?
María del Refugio: No, no yo no conocí a mi abuelita. Y me hubiera gustado conocerla para... pa preguntarle, ¿no? ¿Por qué tenía ese don, o qué fue, o cómo se enseñó? Todo eso me hubiera gustado preguntarle, pero la verdad no tuve el gusto de conocerla.
Berenice: Entonces, su mamá no le contó tampoco cómo... cómo se inició su abuelita.
María del Refugio: No.
Berenice: O sea, sí le enseñó su mamá, pero...
María del Refugio: Sí. Sí, mi mamá, cuando mi abuelita curaba, mi abuelita le decía:
—Tú te retiras, no te quiero acá.
Mi mamá nunca se enteró de cómo curaba, de cómo... eso: nada. Mi mamá era la que se encargaba de hacer el juego de aire para curación, pero mi abuelita nunca la admitió que estuviera con ellos para... que ella se diera cuenta. Mi mamá, independiente. Ya namás le decía:
—Hice esto.
Es como ella sabe que lo que ella, ella curaba; pero, de hecho, no la admitía que estuviera con ella. Nada más ella es la que curaba, ella es la que decía:
—¿Sabes qué?, esta persona tiene esto y esto más.
Pero ella sabía decirle. Ya antes, mucho después. Pero no la admitía que estuviera...
—Pues ora voy a estar con mi mamá a curar.
No. Y ella es la que se encargaba curar de todo. De todo, de todo, de todo. Del mal aire, de atender partos, de atender mmmh, pues... varias, varias cosas que ella, que ella les curaba. Y venían muchas, muchas personas a verla; muchas, porque a veces, les digo que me platica mi mamá que se la llevaban a un lado, a otro, a otro y... y estaba acá pero la venían a ver acá. Y luego a veces de momento la venían a traer y se la llevaban a caballo para ya otras partes, para curar. Ya la traían igualmente, la volvían a venir a dejar. Pero de hecho mi mamá nunca se dio cuenta cómo curaba. Le decía después. Y ella sí, sí se enteraba porque ella le decía:
—Mira, la señora tiene esto, un... Pues no se va a componer así tan fácilmente, porque necesita... pues los señores aires me pidieron que le haga su, su mole, o quieren una fruta.
Y es como ella se enteraba. Pero de hecho, mi mamá nunca entró a donde ella curaba. Así es que ella se enteró porque le decía, le comentaba nada más. Ora, cuando iba a dejar el aire, igualmente. Ella namás decía:
—Vamos a dejar el aire.
Se iban al campo a dejar el aire; que habían hecho la curación, iban a dejar el aire. Y ya es como mi mamá se daba cuenta de cómo le silbaba a los aires, a los señores aires, con la huilota por las cuatro partes. Ya de ahí luego le decía:
—Te haces a un lado porque vienen los señores aires.
Tonces ya de ahí, ya de ahí, mi mamá se hacía de lado, ella pensaba, se imaginaba: “Pues viene algún señor, o una persona”, ¿no? Ella se imaginaba, porque nunca sabía qué es lo que era. Y luego l’decía:
—Te haces a un ladito, decía.
Cuando dice, cuando empezaba a silbarles:
—Pues yo esperaba ver una persona que entrara, ¿no?, dice, y lo que yo veía eran los remolinos grandes, grandes, grandes, que se hacían por aquí así, grandes, grandes se hacían; y ya se hacían chiquitos, chiquitos, chiquitos.
Y ya se metían a donde ella se... retiraba a un lado, a un ladito y ya el señor, los señores aires ya entraban. Y ya ella decía: “Ah... entonces estos son los señores aires”.
Pero mi mamá nunca s’imaginaba que era un remolino para entrar al hormiguero. Mi mamá pensaba que era alguna persona que iba a entrar. Pero nunca, nunca se imaginaba que era un remolino grandísimo y se hacía chiquito y ya entraba al hormiguero.